EPÍGRAFES
César A. Reyes Campos (Querecotillo, Piura). Pertenecería a la Generación del setenta. Su voluntario silencio y autoexilio lo mantuvieron al margen de la oficialidad fundacional de esta generación. Escribe desde los tiempos de la educación primaria en su vieja Escuela Prevocacional del terruño, tiempos en que florecen con la fantasía y la imaginación, la creatividad que emerge hecha palabra desde los viejos libros de los antepasados. Libros leídos con fruición y asombro. En Secundaria, en la Gran Unidad Escolar Carlos Augusto Salaverry de Sullana, hace de Salaverry, tardío romántico en la poesía peruana, uno de sus preferidos junto a la figura controversial de José Santos Chocano. Preferencia que ha de ir quedando lejos por el influjo de otros descubrimientos, como lo fue el gran César Vallejo. Concluida la Secundaria busca estudiar Cine en la capital. No hay academias ni escuelas universitarias. Por compensación decide estudiar Arte Escénico descubriendo en el teatro al gran maestro de otras expresiones artísticas. Paralelamente estudia Ciencias Económicas, incursiona en la docencia y al terminar sus carreras ingresa como profesor en varias universidades limeñas que lo comprometen a realizar otros estudios propios del quehacer pedagógico. Algunos viajes para anclar recuerdos, varios países para recordar en la pluma del sueño y las conmovedoras visiones de sistemas que no han sido capaces de encontrar la fórmula para la felicidad del hombre. Ha publicado: Voces, 1960, El Monte de los Padres, 1964; Voces desde el exilio, 1966; Siglo, 1967; Viejas Formas, 1968, Cantos para la Noche, 1970; Granos del Viento,1975; Jorge, el Niño que murió entre carrizos y papel cometa, 1980, entre otros.
Entre las publicaciones más recientes citamos: Tinta de Carabela, 1992; y varios inéditos como: Reglas para le Silencio y la Soledad, Galería de Genios, Los Parches de Arlequín, El Pez de la noche, etc.
La poesía de Reyes se puede sintetizar en una frase que le pertenece:
La poesía como un efluvio de palabras multicolores, de aquellas que nos acompañan en el camino mientras nuestro traje se rasga en mil jirones para que la muerte nos encuentre desnudos, desvalidos, impotentes: tal como llegamos. Poesía para no morir. Poesía para los que saben leer el mapa interior del hombre descubriendo las improntas que la vida marcó en sus íntimo y esencial microcosmos.
I
El color de mi infancia
Entre las publicaciones más recientes citamos: Tinta de Carabela, 1992; y varios inéditos como: Reglas para le Silencio y la Soledad, Galería de Genios, Los Parches de Arlequín, El Pez de la noche, etc.
La poesía de Reyes se puede sintetizar en una frase que le pertenece:
La poesía como un efluvio de palabras multicolores, de aquellas que nos acompañan en el camino mientras nuestro traje se rasga en mil jirones para que la muerte nos encuentre desnudos, desvalidos, impotentes: tal como llegamos. Poesía para no morir. Poesía para los que saben leer el mapa interior del hombre descubriendo las improntas que la vida marcó en sus íntimo y esencial microcosmos.
I
El color de mi infancia
Para construir un amor es necesario ladrillos y cemento
Así lo estipulamos con la muchachita que hace tiempo enterró a James Dean en su Cartera (Y ya no soy un tonto como cuando leía al Pato Donald y me limpiaba los zapatos para acudir a misa los domingos)
(Manuel Morales: De los consejos para las muchachas que quieran conservar el verdadero sentido del amor
pese a tiempos malos, anticonceptivos, marihuana, etc.).
Eran cientos de penecas, chistes, cómic o teveos.
Con ellos solía evadirme a los colores vivos de la fantasía.
El olor de la tinta y el papel me volvieron adicto.
Sólo dejaba sus páginas por la tarde
Cuando ésta vestía de crepúsculo y la hierba santa perfumaba mi pueblo.
El viejo quinqué de la casa reflejaba sobre las paredes de yeso
Formas prefiguradas por mi manía de creer en Hopalong Cassidy, Roy Rogers, Tarzán, La Máscara Roja, El Llanero Solitario o esas fotonovelas que mucho le gustaban a Violeta, la damita que solía visitarme desde el planeta Mercurio todos los meses de febrero en la Feria deL Señor de Chocán.
Las noches se poblaban de rondas mientras, detrás de mi cancel, soñaba con el diccionario a cuestas atrapar algún día las palabras y así construir algún día todo el amor que en las historietas pasaba como un aperitivo de campo lejos de las ciudades pintadas por Manet.
Diariamente buscaba en mis cuadernos la forma perfecta del amor trazado en esbozos de sueño y retiro.
Las moscas
Al parecer,
otros, con la misma lupa
De la poesía, detectaron a tiempo
El mosquerío.
Al parecer,
insecticidas en ristre
aprendieron que no hay que confiarse
y estar quieto
pues al mínimo descuido
te condenas
y nadie hablará por ti
detrás de esas vitrinas
en que se exhibe la justicia en el Perú.
Al parecer,
Nosotros,
Los que compartimos nuestros platos
Con todas las bocas,
Hallamos un elemento común que nos delata:
El HAMBRE.
Hay días en que somos apetitosos panales
Y estamos desarmados,
Nos mudamos al norte,
Nos largamos al sur, al Este o al Oeste
Y lo mismo da: no tenemos más compañía
Que esa molesta corte
De insectos milenarios.
Esos que ayudan a la muerte
Y culminar su obra.
Al parecer,
No tenemos más remedio
Que proseguir
Con nuestra mueca mortuoria
Cuando posamos nuestros ojos sobre un pan
En la boca sin mesa de los miserables.
III
Verano en Lima
(Hildebrando Pérez: Benjamín Constans)
Me levanto con el peso de mis sueños
Cargando abismos
Pensando en cruz
Una vida transitoria,
Mirando en las estrellas
El color de la atmósfera
Y el frío
Adelantando el invierno
De las casas.
La noche es una cárcel.
Las ventanas de mi casa
Libres flamean para apretar el silencio.
Miro el perfil bajo del verano
Mientras un gallo canta
Para trazar un horizonte
De nostalgias.
Verano en agonía
Desploma en plomo el cielo
Ventiscas y neblinas borran las azoteas limeñísimas.
Lima que sube y bajo.
Lima del río hablador.
Lima de las carretas.
Lima de procesión.
Lima, Lima, Limita.
Lima de puro limón.
IV
Remembranzas
Acosado por el brío de los negros presagios yazgo.
(Hildebrando Pérez: Benjamín Constant.)
Tiendo mi cuerpo
Sobre las horas
De un viejo reloj
Que traquetea inclemente
El pulso de la vida.
Examino mi piel.
Estoy envejecido:
Topografía anciana y decadente;
No más el brío de los tiempos de oro,
No más la risa abierta entre los viejos amigos
Que uno a uno se fueron prometiendo volver
Premunidos de algún triunfo.
¿Dónde estará Manuel, Venancio, Rigoberto,
Maco Maco, el pastor, que se perdió un día de intensa lluvia
Volando como una hoja otoñal; dónde el vesánico Clavijo cuya risa
Poco a poco se fue transfigurando hasta alcanzar los registros
Locos de Hollywood; y el Serrano Bustamante de los versos:
Al Compás del Camarón
Que se escucharon en todo el pueblo cuando tomó
Por sorpresa la emisora popular?
¿Dónde el pesista Christian que a todos desafiaba
con la enfermiza figura del copiado Charles Atlas;
Rolando Márquez y sus tantos hermanos,
Hermanados en el amor de su calle donde el padre supo sembrar
Dos flores para simpre; Sulo carreño y sus parlamentos indescifrables
Con José Huamán, el Chito Hurtado, Encio y yo en la vieja fotografía de los Temerarios; y mi amigo Gerardo que amó las lunas nuevas como los viejos sembradores; dónde estarán?
¿Dónde quedé yo, después de todo, con las maletas llenas de rotos sueños que se hacen añicos en los obligados trasbordos?
Estoy al margen de la ciudad
Junto a una ventana de fuego indescriptible,
Al ocaso de mi mismo,
Inerme, puro, cósmicamente activo desde adentro
Abrazando con mi espalda la tierra
Mientras me toca el sol como a un desconocido
Y me saluda la noche compasiva.
V
Un hombre
El aire es negro, susceptible de pesarse y ser trasladado, y usted no podrá creer que alguna vez sobre este corazón ha estado el sol.
(Antonio Cisneros: Medir y pesar las diferencias a este lado del canal)
Un hombre puede ser una ruina,
No tener nombre
Ni derechos,
Estar circunscripto a la nada,
Sin razón,
Enajenados todos sus movimientos
Y sus zapatos con los pasos contados sobre la tierra,
Puede estar sucio,
Descalzo,
Maloliente y evitado,
Moribundo,
Putrefacto…
Pero, mientras pueda abrir los ojos a la luz,
Mirará las estrellas para hacerlas estallar entre sus manos
Buscando la dignidad perdida.
VI
Cuerpo de mujer
Las muchachas caminan despreocupadas y, a pesar del frío, llevan las piernas libres y ligeras: Oh, mi delgadita, mi brizna de yerba, ven a mí.
(Antonio Cisneros: Medir y pesar las diferencias a este lado del canal)
Si no fuera por los colores,
El verano sería como un viejo
Programa de televisión en blanco y negro.
Si no fuera por el mar,
El verano sería un retiro al infierno
Donde purgar las culpas.
Si no fuera por el sol,
Tu voz apenas sonaría movida
Por las lágrimas.
Si no fuera por tu amor,
Estaría inventándote con mi sangre
Al borde de las ignotas distancias y galaxias.
Tu cuerpo sería un forjado diamante de sueños
Vagando en el espacio inmensurable
Un cuerpo de fuego y frío
Un cuerpo para sembrar la nueva vida
Como ya lo hemos hecho hasta el hartazgo.
VII
Tálamo de la nostalgia
El fuego del hogar otorga seguridad y belleza; y las ciencias y las artes podrán reproducirse como los insectos más fecundos, las moscas, por ejemplo.
(Antonio Cisneros: Medir y pesar las diferencias a este lado del canal)
Recordar a una mujer con las manos junto al fuego
Domando las brazas del hogar
Hasta poner la mesa.
Bendecir,
Rezar
Y sonreír al mismo tiempo
A un marido
Que degluta indiferente
Con la mirada triste
El manjar del cuerpo
Más solemne de la tierra.
Recordar la alcoba
Donde se hizo la noche
Y se encontraron dos cuerpos
Ubérrimos como el misterio:
Desnudez terrenal
En laminillas de pan
Hasta crecer sobre el deseo.
Recordar sus muslos.
Su lengua,
Sus senos, licenciados por los hijos,
Su mirada profunda
Como el Dios del primer día,
El tálamo revuelto
En asimétricos barrocos,
Con el perfume, vivo aún,
De su aliento feraz
Madrugando las ventanas,
Y el amor profuso
En arlequinados retazos de ímpetu animal
En pie de fiera.
VIII
Mi casa
(…) Si a nuestra casa le arrancamos una costilla perderemos para siempre su amistad y sin el hígado o las barbas es capaz de matarnos.
(Antonio Cisneros: Poema sobre Jonás y los desalienados)
Tengo una casa muerta.
Suelo habitarla con el silencio de mis libros y mis sueños.
Una casa sin puertas,
Sin ventanas,
Sin la insolencia de una chimenea crepitante
Ni la pesada carga de una cocina repleta de cuchillos.
Una casa para vivos y muertos,
Para el silencio y el bullicio.
Una casa para tomar el sol
En noches de plenilunio.
Una casa para contemplar la luna
Exclusivamente en días de eclipse total.
Una casa muda,
Sin fronteras,
Sin clavos,
Sin pinturas.
Una casa que atestigua
Cuanto tengo y cuánto soy.
Una casa que conoce
Las miserias y los hábitos
De un porfiado poeta
Que se registra así mismo los bolsillos
Para ratificar la soledad
Divina acompañante
Del que vive en el gozo
O goza naufragando en su destino.
IX
Para construir un amor…
Para construir un amor es necesario ladrillos y cemento. Así lo estipulamos con mi muchachita que hace teimpo enterró a James Dean en su cartera. (Y ya no soy un tonto como cuando leía al Pato Donald y me limpiaba los zapatos para acudir a misa los domingos).
(Manuel Morales: De los consejos para las muchachas que quieran conservar el verdadero amor pese a los tiempos malos, anticonceptivos, marihuana, etcétera,)
Tenía los ojos puestos
En todas las ventanas.
Al terminar la misa
Te esperaba con tu sonrisa de siempre:
Transfigurada por el amor.
Tus manos de hostia pura
Se mojaron en mi boca sedienta y recuperé el perdón.
Tu mirada de angelito suelto que
Deambulaba por los parques
Para echarse a llorar cuando llovía.
Nos buscábamos en la oscuridad y en la luz.
Los penecas, apenas, apaciguaban el deseo de estar juntos.
Libros y fotonovelas fueron entonces
Un viejo y poco despreciable refugio.
Entre mi casa y la tuya
Comenzaba la ruta triunfal de Dante
Al final de su Comedia.
Eras la sonrisa azul,
La ilusión comprada a hurtadillas,
La fresca sombra inventada por los ficus,
El hielo edulcorado de los raspadilleros con su sonrisas de luz
Metidas en sus quioscos.
Muchachita de la escuelita de monjas
De santidad postiza
Que no hacía otra cosa que empujar los sueños al límite del pecado.
Soy tu constructor.
Poco a poco fui acopiando los materiales necesarios desde el barro
Para construirte a mi semejanza e imagen.
Hice de ti un cuerpo inasible que se colgó en una estrella de enero.
Han pasado muchos años y aún el barro está fresco.
Ni los almanaques pudieron secar mis manos que hicieron de verbo a la hora De modelarte en medio de una inmensa soledad que no valía el edén sin tu Presencia.
Apareces con el mismo brillo cosmogónico.
Con la misma luz de siglos.
Con tu aureola de sol.
Con tus naves de viento.
Desde aquí te digo que ni el tiempo ni las distancias son suficientes para tan Gran amor que construí cuando los años eran apenas pelusas de crepé
En encendidos folios de bravura.
1 Comments:
Estimado César:
Si me quieres te pregunto con los ojos y a mis ojos respuesta no le das.....
k
Estos fueron tus primeros versos, he intentado muchas veces comunicarme contigo, he enviado correos a diferentes universidades, recomendando comunicarme pero es en vano todo y hoy que te he buscado me he sentido feliz de recién poder hacerlo, no te imaginarás cuanto de alegre me he sentido de verme en letras de molde en uno de tus poemas, junto con Chito, con Zulo, con Christian.
Si pudieras abrir en Google "Pitty Rolo", te encontrarás con algo de lo que originalmente desde temprana edad lo hacíamos.
Hablemos de Amor de Godard y Perlas Sueltas de Lerline te siguen esperando. "Parece ayer de nuestros labios mudos, el suspiro de adiós volaba al cielo y escondías las faz en tu pañueño para mejor llorar".
Aguárdaré pronto tus noticias, saludos para tu agradable esposa.
Ha sido un gran placer encontrarte.
Un cordial abrazo.
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