Thursday, April 20, 2006

DE LA MEMORIA AJENA

I

ALBERTO Y SUS AMIGOS

En la plomiza neblina Alberto encontró la tristeza cómplice que buscaba. Su estado de ánimo, la forma de vestir, caminar y mirar hacían presumir que esa mañana algo importante debía resolver con sus compañeros del gremio. Toda la noche no había dormido pensando en la marcha sindical. En su cabeza giraban las imágenes cotidianas que, como un algoritmo absurdo y pertinaz, casi lo hacían retroceder en acciones que, por más de veinte años, ejecutaba con la venia y el aplauso ingenuo de su mujer, la Tomasita. Y es que en esta Universidad no hay otra cosa que hacer. Toda heroicidad se funda en el ejemplo que les demos a nuestros alumnos. Coherencia y constancia en nuestros principios ideológicos. El honor de la explicación científica de la realidad le pertenece a Marx, Lenin, Mao y, por cierto a Trosky. La vieja escuela con su educación escolástica llenó muchas cabezas con aserrín y los adormeció con el paraíso del opio metafísico. Por eso en la universidad, desde la universidad, con la universidad, podremos derrumbar las fuerzas imperialistas que día a día consumen nuestros sueños, nuestras esperanzas y nuestras riquezas. En efecto, detrás de sus muros levantaba la voz y los puños reclamando, sin saber a quien, cambiar las estructuras y superestructuras de la sociedad peruana. Alberto y sus camaradas estaban como el pez en el agua en esa institución educativa. Poco, muy poco, significaban fuera de ella, por más que se inventaron lemas como: chaymantas, hijos del Alma Máter, cantuteños de nacimiento, promoción, etc. Los pasadizos y aulas estaban impregnados de sus afanes y los más caros sueños e ideales traducidos en las leyendas y dasibaos de todos los pasillos. En los servicios higiénicos las palabras eran más duras y las pintas una invitación a la sublevación total. En ella, los alumnos no eran los alumnos sino los compañeros estudiantes a quienes había que reconocerles derechos que, muchas veces, sobrepasaban lo racional y atendible. Profesores como Alberto solían armarlos y manipularlos en grupos con el único interés pedagógico de convertirlos en sus propios blasones defensores de sus endémicas debilidades. De más está decir que el nepotismo, prohibido por ley, es en esta universidad, no un árbol, sino un bosque genealógico.
-La plana administrativa nos duplica, había dicho el rector en cierta reunión en que el Frente Único quería corregir, desde la base, los desaciertos de una autoridad que empezaba a manejarse como los viejos hacendados.
-Si te peleas con alguien te estás enemistando con veinte o más, pues ese alguien tiene padres, hermanos, primos, cuñados y, sabe Dios, cuántos conocidos trabajando en la universidad, era la opinión de Metralleta, un colega francotirador que a fuerza de lucha y trabajo había consolidado los propósitos fundamentales de todo ser humano: casarse, tener hijos, escribir un libro de poemas, y sembrar un árbol que reemplazara al viejo huarango, muerto en vida por el cemento y la ignorancia del negro Ramón, un ex rector acusado de soplar y entregar a los nueve estudiantes a las fuerzas militares interventoras por mandato del chino presidente, picado por la piedra que alguien le arrojo mientras visitaba la cantuta con los siniestros fines que hoy todos conocemos. El negro Ramón y el controvertido Cajatinka formaron por muchos años una pareja indestructible junto a su Secretario General que al parecer estuvo por varios quinquenios desempeñando esas labores. El Secretario Malter, a poco días del examen político a los docentes y trabajadores, predicaba a los siete vientos resistir y no presentarse a esa patraña de pruebas. Claro, el cesaba cómodamente con la Ley 20530 mientras quines no se presentaron se iban a la calle sin sueldo y declarados excedentes. Años después podíamos leer en un volante de Patria Roja: Nada menos que el señor Malter, personaje de dudosa trayectoria profesional y de escasa calidad moral, ética y deontológica. Fue Presidente de la Comisión interventora fujimontesinista de la Universidad Nacional de Huánuco; el año 2001 (con Lynch) presidió la Comisión Nacional de Nombramiento de Docentes que fue un proceso lleno de irregularidades e injusticias contra los maestros, situación que hasta hoy arrastra el MED y, actualmente, es al mismo timepo, profesor a tiempo completo de la Cantuta, Director de CEPRE / UNE y Director de una oficina burocrática del MED, un cargo de confianza. En ambos casos percibe sueldos dorados.
Cajatinka, por su parte y, después de jubilarse, lo encontramos en el distrito de San Juan de Lurigancho asesorando al alcalde Chiroke, soldado del fujimorismo, devoto y fronterizo como muchos de los que aún se identifican con el chinito que si bien es cierto, robó, pero hizo obra. Contra estos tres individuos se la pasó combatiendo Alberto. Sus discursos como brazas y dardos candentes pasaban por encima de nuestras cabezas con la indiferencia que auspiciaba una pollada y la libación masiva de cerveza. Un caballero andante. Una voz en el desierto. Pero Alberto se había prometido a si mismo bregar aunque nada se consiguiera, Estaba convencido de su destino beligerante. Se debía a sus camaradas. Además, era lo único que lo mantenía con vida aparte de las repetidas cátedras con los sumisos y soñadores alumnos de entre los cuales no faltaba algún contestatario. En la biblioteca de Alberto abundaban los libros rojos y los folios oficiales de la universidad. Entre directivas, resoluciones, oficios y memoriales, escarbaba el resquicio legal que le permitiera anotarse unos puntos en la simpatía de los agremiados, pues es cierto que, cada vez que se avizoraba algún logro sindical, su quijotesca figura recorría todos los pabellones de la universidad repartiendo volantes o mosquitos para informar a sus agremiados.

-Ya se murió en huaranguito,
donde hablaba el perro real,
Ahora no tendrá arbolito
Ni sombra el pobre animal.

Alberto venía repitiendo sus clases con el mismo clisé de hacía más de treinta años, es decir, el imperialismo, el neocolonialismo, la lucha de clases, el marxismo, el mercado neoliberal y el derecho a la gratuidad total de los servicios educativos, nutricionales y de vivienda intrínsicos al origen del pobre. Alberto creía ciegamente en lo que predicaba y casi había perdido la noción del tiempo y del estatus que le tocaba como docente asociado.
-La política hambreadora de este gobierno nos está llevando a la revolución. No es posible que permanezcamos impertérritos. Nos corresponde, por derecho y obligación, defender nuestras vidas, nuestros trabajos, nuestras riquezas. Debemos levantarnos contra este estado entreguista que ha usurpado el destino del pueblo con una acción política propia de los vendepatrias.

-¡¡¡Agitemos compañeros las consignas!!!:
¡Para que escuche el gobierno!
¡Para que escuche el Imperialismo Yanqui!
¡Para que escuhen todos los reaccionarios!

Cada tarde, sin salir del campus universitario, se ejecutaba esta especie de rito sagrado, aún sabiendo que las revoluciones no se hacen detras de cuatro paredes, Alberto continuó toda su vida apostando a perdedor y justificando el drama de su controversial existencia.

II

Mi Amigo Viktitor

-Siéntate, le dijo sin quitarle los ojos a cada movimiento del vulnerable Charlie.
Un gesto de cotidiana convención bastó para que el jovencito que atendía en la cafetería se acercara a Víctor. Su bien cuidado y lampiño rostro se había encendido con los colores del amor furtivo. Un segundo debut con una performance nunca antes vivida lo habían convertido en casi un astronauta que estaba descubriendo el espacio sideral. Esa mañana había acudido a la universidad con el apremiante propósito de encontrar a su rival. Era fácil dar con él. El encierro oficial de la universidad, intervenida por el despecho del chino Fujimori, propiciaba un ambiente que exacerbaba los ánimos y quebraba el distanciamiento cortés entre los catedráticos y trabajadores sometidos a una presión laboral y política. Presión que se lograba con el voluntariado desleal de algunos profesores que, por ganarse alguito con los mandamases de la CORUNE, eran capaces de desconocer al más amigo dándole la espalda y mostrándole que parte de la porción del poder estaba en sus manos en forma de una Coordinación, una Dirección, un Decanato u otra migajita de esas que en vez de enaltecerlos los degradaba al más repudiable y mezquino de los oficios ejecutados a la sombra del oportunismo reptil. A Viktitor, ni siquiera el aprendizaje de la tolerancia, la imposición de las manos y el convencimiento de que todos somos hermanos, incluidas las cosas materiales de la naturaleza, frenaban su decisión de quien estaba tratando de medrar sobre la mesa servida de un amor ocasional y, por que no, otoñal, mortecino, crepuscular y emocionantemente prohibido a su situación civil. En uno de los corredores de los pabellones lo encontró. Con una cortesía inusual, contenida y sospechosamente ladina, lo saludó e invitó a la cafetería de la universidad; ese lugar donde se pierde tiempo y se come peor, pero se puede hablar de todo y hasta marcar con precisión las entradas y salidas de los seres humanos que laboran en ella, así como los defectos y chismes de cuantos, por necesidad o costumbre, deprecian la propia productividad personal en un país que más la necesita.
-¿Qué quieres tomar?. Yo invito, le dijo a Charlie mientras halaba la silla para sentarse.
-Un jugo, dijo Charlie.
-Trae dos, de papaya. Fue la solicitud del contrariado Víktitor.
Casi mecánicamente, en una atmósfera, de celos y desconfianza y de una, casi inconsciente e irresponsable compresión de la circunstancia, Charlie no se explicaba tanta seriedad en su amigo.
-Mira Charlie, le dijo apretando los puños, ella no quiere saber nada contigo. Quiero que te apartes de ella. Ella no quiere saber nada contigo. Te prohíbo pensar en ella. Charlie soltó una risita festiva, chillona, roedora y elocuentemente sarcástica, pues a él le daba lo mismo seguirla o pensar en aquella mujer motivo de la disputa. Total, más de treinta años solo lo tenían sin cuidado. Para él, ese pescadito, como solía llamarla, era una aventura sin inicio y sin final como todas las que había intentado en su vida. Por una player no me va amedrentar este intonso templao, pensó para sí y recordó como en circunstancias anteriores el era el hombre que la había descubierto primero y que ahora, traidora y ladinamente, lo cambiaba por un ingenuo hedonista a ultranza. Víktitor no le dio tiempo de seguir con sus pensamientos. Succionó como un dipsómano el jugo que había pedido. Hizo sonar groseramente el sorbete como un toro herido en su amor propio Se puso de pie y antes de marcharse le repitió:
-Ya sabes, ¡TE PROHIBO PENSAR EN ELLA!. En eso momento apareció el Batra García, profesor de lengua española, cazador de féminas, amigo de las festividades y viejo conocedor de los delirios amatorios de más de uno de su facultad y que, en algún momento, le costó una reprimenda de parte de una caballero andante que defendía el honor de su Dulcinea. Y es que Batra García se caracterizaba por la alusión frontal y directa, el chisme y la risa socarrona y desenfadada como la que provoca un chiste de velorio.
-¿Que pasa, Charlie?, preguntó Batra García, mientras Víktitor se retiraba. Charlie le explicó en detalle el conflicto.
-Se trata de la Winona, Batra. Batra que conocía la historia se echó a reír sarcásticamente.
-¿¡La Winona, Charlie!?. ¿¡La Winona!? Ja, ja, ja, ja…..¿Y te han prohibido pensar…? Que tiene, el Sargento. Está atentando contra tus derechos fundamentales: prohibirte pensar…ta’ guebón….
-Eso, replicó Charlie. Dice que la hembra no quiere saber nada de mí. Que me coloque una gutapercha en la boca y que anule mis pensamientos hacia ella. Pero no sólo no dejaré de pensar en ella sino que en su nombre esta noche me daré un pajazo en su nombre.
-¡Buena, Charlie! Le dijo el Batra García con una palmadita cómplice. Pidió una café y la conversación siguió para hacer tiempo mientras sacaban el parte de las firmas para la salida.

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